Observando que se han escrito varios haiku, me pareció interesante dejar esta información:
El haiku (俳句?), derivado del haikai, consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas.
El haiku es una forma de mirar. Una manera de vivir. La flor del haiku es la frescura. Frescura, espontaneidad, expresión directa de la vivencia del instante. Es lo que requiere esta forma peculiar de la poesía japonesa. Es más que una técnica. Es la transparencia de una emoción profunda ante las cosas más sencillas.
Un verano de 1686 en Edo, la actual Tokio, capital del Japón. Un hombre de unos 40 años, con vestiduras de monje budista, recibe en su pequeña vivienda a dos visitantes. La brisa levanta murmullos en las hojas del plátano que da sombra junto a un estanque. “¿Qué habla, antes de que la hierba verdease?”, preguntó el más viejo de los visitantes, un maestro de Zen.
En ese momento, una rana saltaba al agua. El hombre vestido de monje no vaciló un instante: “Una rana salta desde el borde; ruido de agua”. Los visitantes supieron inmediatamente que se trataba de una brillante improvisación que, según las reglas al uso, necesitaba un primer verso para ser un haiku. Siguiendo la costumbre de la época, cada uno de los presentes propuso un primer verso: “Crepúsculo”, dijo uno. “En la soledad”, dijo otro. Pero el hombre vestido de monje protestó: “Tratáis el tema muy parcialmente. Como excepción, voy a proponer yo mismo el primer verso: ¡Oh, viejo estanque! . Los otros asintieron admirados. Así surgió uno de los haikus más famosos de la historia literaria de Japón. Quien los improvisó en ese momento no era otro que Matsuo Bashou, tal vez el poeta japonés más celebrado. Así quedó el poema, traducido libremente:
“¡Oh, viejo estanque!
Una rana salta desde el borde;
ruido de agua”
Se ha escrito mucho sobre esta breve composición, famosa en la literatura japonesa. El agua se comenta , representada aquí por el viejo estanque, despierta un sentimiento de profundidad, eternidad, misterio del origen inefable de las cosas. En esa continuidad imperturbable que representa el agua, sólo la acción viva del momento, del ahora: el salto repentino de la rana, puede hacernos oír, percibir por un instante toda esa silenciosa, ingente eternidad. Lo sorprendente es que algo tan sencillo y directo pueda ser al mismo tiempo tan profundo.
La poesía tiene en Japón un sentido y una función muy diferentes de las que suele tener entre nosotros. En primer lugar, trata de un arte tremendamente popular. Raro es el japonés que no haya escrito un verso en su vida. Se leen y conocen las obras de los grandes poetas, que son comprendidos y apreciados en todos los medios sociales. Tal vez porque la poesía japonesa nunca se propuso la expresión exclusiva de la personalidad del autor, sino más bien la comunicación de una experiencia concreta. Además, y en esto también se diferencia de la tradición occidental, se caracteriza por la total ausencia de retórica y brillo, por su extremada sencillez.
Sin embargo, la sencillez del haiku no significa despreocupación por la forma, sino todo lo contrarío. La forma del poema está sujeta a reglas estrictas. Por ejemplo, el número de sílabas de los tres versos que forman el poema: 575. La intención de esos versos está igualmente determinada: si el primero indica una situación, el segundo es frecuentemente una acción o cambio, y el tercero supone una sorpresa, que da un valor nuevo al poema.
Estas normas, que no han cambiado mucho en el transcurso de siglos, pueden llegar a convertirse en una rutina convencional. De ahí que la historia del haiku sea una continua lucha por la autenticidad, por el sentimiento, a pesar de las determinaciones de la forma. De tiempo en tiempo surgen poetas geniales, que dan al haiku nueva vida cuando estaba amenazando convertirse en algo rutinario y muerto. Figuras de ese calibre son Bashou, en el siglo XVII, Yosa Buson y Kobayashi Issa.
En la centuria siguiente, o Shiki, en el siglo XIX. Bashou fue determinante para la historia del haiku, tal vez porque concibió sus poemas desde estados de ánimo que tenían que ver con la práctica del budismo zen, una religión y una manera de entender la vida que han influído enormemente en la forma de ser de los japoneses. La exigente práctica del zen tiene como objeto llegar a la iluminación del espíritu, a la repentina toma de conciencia de la unidad con el todo. En esa situación anímica, las cosas adquieren una vida nueva, en medio de una gran paz y alegría. Como en este poema de Basho:
“Un rayo de eternidad descubro en las hojas caídas de mi jardín”
FUENTES:
http://es.wikipedia.org/wiki/Haiku
www.imperioanime.com/cultura-japon/haiku-poesia
俳句 (HAIKU)
El haiku (俳句?), derivado del haikai, consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas.
El haiku es una forma de mirar. Una manera de vivir. La flor del haiku es la frescura. Frescura, espontaneidad, expresión directa de la vivencia del instante. Es lo que requiere esta forma peculiar de la poesía japonesa. Es más que una técnica. Es la transparencia de una emoción profunda ante las cosas más sencillas.
Un verano de 1686 en Edo, la actual Tokio, capital del Japón. Un hombre de unos 40 años, con vestiduras de monje budista, recibe en su pequeña vivienda a dos visitantes. La brisa levanta murmullos en las hojas del plátano que da sombra junto a un estanque. “¿Qué habla, antes de que la hierba verdease?”, preguntó el más viejo de los visitantes, un maestro de Zen.
En ese momento, una rana saltaba al agua. El hombre vestido de monje no vaciló un instante: “Una rana salta desde el borde; ruido de agua”. Los visitantes supieron inmediatamente que se trataba de una brillante improvisación que, según las reglas al uso, necesitaba un primer verso para ser un haiku. Siguiendo la costumbre de la época, cada uno de los presentes propuso un primer verso: “Crepúsculo”, dijo uno. “En la soledad”, dijo otro. Pero el hombre vestido de monje protestó: “Tratáis el tema muy parcialmente. Como excepción, voy a proponer yo mismo el primer verso: ¡Oh, viejo estanque! . Los otros asintieron admirados. Así surgió uno de los haikus más famosos de la historia literaria de Japón. Quien los improvisó en ese momento no era otro que Matsuo Bashou, tal vez el poeta japonés más celebrado. Así quedó el poema, traducido libremente:
“¡Oh, viejo estanque!
Una rana salta desde el borde;
ruido de agua”
Se ha escrito mucho sobre esta breve composición, famosa en la literatura japonesa. El agua se comenta , representada aquí por el viejo estanque, despierta un sentimiento de profundidad, eternidad, misterio del origen inefable de las cosas. En esa continuidad imperturbable que representa el agua, sólo la acción viva del momento, del ahora: el salto repentino de la rana, puede hacernos oír, percibir por un instante toda esa silenciosa, ingente eternidad. Lo sorprendente es que algo tan sencillo y directo pueda ser al mismo tiempo tan profundo.
La poesía tiene en Japón un sentido y una función muy diferentes de las que suele tener entre nosotros. En primer lugar, trata de un arte tremendamente popular. Raro es el japonés que no haya escrito un verso en su vida. Se leen y conocen las obras de los grandes poetas, que son comprendidos y apreciados en todos los medios sociales. Tal vez porque la poesía japonesa nunca se propuso la expresión exclusiva de la personalidad del autor, sino más bien la comunicación de una experiencia concreta. Además, y en esto también se diferencia de la tradición occidental, se caracteriza por la total ausencia de retórica y brillo, por su extremada sencillez.
Sin embargo, la sencillez del haiku no significa despreocupación por la forma, sino todo lo contrarío. La forma del poema está sujeta a reglas estrictas. Por ejemplo, el número de sílabas de los tres versos que forman el poema: 575. La intención de esos versos está igualmente determinada: si el primero indica una situación, el segundo es frecuentemente una acción o cambio, y el tercero supone una sorpresa, que da un valor nuevo al poema.
Estas normas, que no han cambiado mucho en el transcurso de siglos, pueden llegar a convertirse en una rutina convencional. De ahí que la historia del haiku sea una continua lucha por la autenticidad, por el sentimiento, a pesar de las determinaciones de la forma. De tiempo en tiempo surgen poetas geniales, que dan al haiku nueva vida cuando estaba amenazando convertirse en algo rutinario y muerto. Figuras de ese calibre son Bashou, en el siglo XVII, Yosa Buson y Kobayashi Issa.
En la centuria siguiente, o Shiki, en el siglo XIX. Bashou fue determinante para la historia del haiku, tal vez porque concibió sus poemas desde estados de ánimo que tenían que ver con la práctica del budismo zen, una religión y una manera de entender la vida que han influído enormemente en la forma de ser de los japoneses. La exigente práctica del zen tiene como objeto llegar a la iluminación del espíritu, a la repentina toma de conciencia de la unidad con el todo. En esa situación anímica, las cosas adquieren una vida nueva, en medio de una gran paz y alegría. Como en este poema de Basho:
“Un rayo de eternidad descubro en las hojas caídas de mi jardín”
FUENTES:
http://es.wikipedia.org/wiki/Haiku
www.imperioanime.com/cultura-japon/haiku-poesia
俳句 (HAIKU)
Jue Sep 23, 2021 8:33 am por Nyu
» Excelente sabado!!
Jue Sep 23, 2021 8:07 am por Nyu
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Mar Sep 21, 2021 10:50 am por elmundodemoniq
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Dom Sep 19, 2021 1:42 pm por Nyu
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Sáb Sep 18, 2021 4:27 pm por Nyu
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Jue Dic 26, 2019 8:35 am por Elizabeth
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Dom Sep 15, 2019 9:17 pm por Elizabeth